“Don´t be a drag. Just be a Queen”. Me aconseja, citando a Lady Gaga, mi amigo maquillador, Germán, cuando le pregunto cómo lucir para ir a la TraBestia. No es nada fácil estar a la altura de la primera fiesta que se hace en Buenos Aires “de Drag Queens para Drag Queens y quienes las aman”. Lo dejo en sus manos…
Publicada en Suplemento Sabádo de La Nación
Me dibuja ojos enormes, en amarillo y violeta. Me pinta las cejas y las pestañas de turquesa. Con el pelo rosa parezco un animé. “Bastante reina”, sentencia satisfecho. Estamos reunidos en la casa de Fran, hoy Kuka Morales, que se está montando de “ordi queen”, “reina peroncha”. Su apellido es un homenaje a Víctor Hugo. Kuka, me cuenta, es kirchnerista, pero quedó atascada en el peronismo de los noventas. En el menemismo, en realidad. Como sea, Kuka, al parecer, está confundida y cubre su desorientación política con animal print, dorado, uñas postizas y extensiones capilares de canecalón. Fran no es drag usualmente. Pertenece a esa clase particular de personas que aprovecha cada oportunidad que la vida le presenta para tomarse licencias de género, de época, edad y estilo. También de buen gusto, si se le canta. Vacaciona de las reglas sociales como quien se escapa a Cariló un finde largo. Asusta a unos cuantos en el camino. Él, como muchos de los que vamos a encontrarnos en un rato en Sitges, una de las discos porteñas gays más emblemáticas, va por la vida y por esta ciudad, buscando patios para jugar. Patios anárquicos en los que creativos como él, se ríen a carcajadas de todas esas reglas no escritas sobre el género y la sexualidad que al resto de los mortales nos mantienen encorsetados. El genderfuck, sin embargo, es tan solo el comienzo.
Quien no comprenda el placer de lanzarse al vacío estético, el bungee jumping drag, debería mantenerse alejado de la Avenida Córdoba esta noche. Quien no sea capaz de vislumbrar belleza, inteligencia e incluso subversión política detrás de la androginia, la excentricidad y el grotesco deliberado, debería quedarse mejor, por Palermo Hollywood, en ese rango de cuadras repletas de bares que dejan entrar gratis a chicas de desteñido californiano, para cobrarles a chicos de camisas cuadrillé que quieren darles. Más por acá, a la altura de Gascón,”l@s montad@s” (transformados) son los únicos que pasan gratis. Pagamos en cambio, los que no intervenimos (al menos no tanto) nuestros cuerpos, pero queremos sentir algo de la adrenalina drag en nuestros corazones. Aunque en la puerta se siente el frío feroz de un invierno insistente, nada frena el desfile de reinas anfitrionas, ni la sobreexcitación de una larga fila de pichones de dragqueens y dragkings que vienen a debutar ante un nuevo tipo de libertad y sobre todo, a exhibirla.
Nunca estuve en la apertura de los MTV Video Music Awards, mucho menos en la red carpet de un Grammy. Pero cuando era chica imaginaba que debía sentirse así. Seguramente ellas también. Las dos anfitrionas, Le Brujx, La Santamaría y sus cinco invitadas de esta edición, Sónica, Sosuna Morosa, Icon Black, Boo y Nina Divague, toman el escenario primero y la pista después, mientras ejercen el arte del “lip syncs” (del playback) furioso de “Applause” de Lady Gaga como apertura. El público explota. Como cuando mi mamá me llevaba a ver “Frutillita”, y ella ejercía una fascinación total sobre mi, me parecen de otro planeta. Todos por acá estamos en un trance infantil similar. Con cada beat, la euforia se expande. El viento mágico de sus movimientos exagerados parece llegar hasta el fondo del boliche para cargarnos de superpoderes. La disco está electrizada. No todos los días se ve una legión de drags copar el mundo. Y el mundo por un rato es esto, acá, hoy. Si ellas pueden ser lo que lo que quieren ser, entonces todos podemos. Vintage queens, monster queens, beard queens, “loquesea” queens, todas juntas hacemos un mejunje espectacular en un salón desbordado de hambre de pista. Somos estrellas en nuestras cuatros baldosas. Acaso la TraBestia nos ayude a creer por unas horas lo que cada himno gay viene asegurando hace décadas: cada uno es especial a su manera.
En esta pista hay alguien que trabajó especialmente por el manifiesto. Le Brujx, La Bruja, es la cabeza detrás de TraBestia. Esta noche, además de terminar de consagrarse como master drag y exponente de la movida porteña, la poseedora de una de las estética más extremas (Marilyn Manson estaría impresionado), poco complacientes y cuidadas de la noche porteña, se recibe de partera. Fue su idea democratizar el acceso a la estelaridad drag y “presentar” en sociedad a las que vienen en ascenso. Ella tiene la culpa de que entre estas cuatro paredes hoy haya casi más drag queens que en toda la escena porteña en los últimos años. En un gesto insólito en el mundo noctámbulo, esta vez pensó en convertirse en anfitriona no tanto para brillar (aunque su montaje se lo hace inevitable), sino para hacer brillar. Consciente del esfuerzo que toma para una drag hacerse un lugar en una escena pequeña y ultra competitiva, Le Brujx quiso crear un espacio en el que además de las luces, se compartan los secretos de los múltiples oficios que hacen a una reina: maquillaje, costura, baile, confección de pelucas, solo para empezar. La TraBestia, decretó, será un semillero solidario y tal vez hasta internacional. Las chilenas de Haus of Locas viajaron especialmente esta noche para tentar a la unión latinoamericana. Es por esta democratización de la movida que el hall se convirtió en un set de fotografía a cargo del publicitario Andrés Steinmberg, quien además de videoclipzar la fiesta, habilitó a que cada una se vaya con su material promocional: fotos, videos, cartas de presentación soñadas para las que rompen el cascarón. Es la apuesta que a través de ellas hace TraBestia para que la movida se expanda.
No se puede ser público de las drags. Solo se puede ser viajero. A ellas se las piensa como un viaje. El desconcierto que producen es el despegue. Luego, con sus estéticas y arte, marcan el itinerario del mundo al que nos van a transportar. Algunos viajeros sentirán vértigo y se arrojarán ante los primero signos de altura. Otros se dejarán llevar hacia paisajes que resuenan en su interior, pero al que solos no saben llegar. Los montajes son la materialización de los mundos que emanan desde las profundidades de cada drag. Para que cada una de ellas nazca, el trabajo es enorme, frágil y sinuoso. Su autor, la persona detrás, debe haber indagado sus razones, encontrado sus inspiraciones y luego, haber hecho un gran trabajo de fortalecimiento para abrirse lugar en la jungla del mundo real, que reduce la construcción de sus universos a la tosca definición de “tipos disfrazados de minas”. Pocos saben que las drags, a veces, ni siquiera son “tipos”, ni tampoco representan simples minas. Como la Kuka de Fran, que resulta una postal política trash, cada creación que nos cruzamos por los pasillos esta noche, tiene historia, gustos, diálogos interiores. Los autores no siempre son hombres. Hoy una drag puede también ser una chica montada de hombre, un hombre montado de andrógino o incluso, agarrense, una chica montada de hombre que quiere ser chica, es decir, drag. En estas vueltas asombrosas que pegó la modernidad, hoy las llamadas Foux Queens conquistaron ese derecho en ciudades como Londres, que empieza a entender que una mujer puede draggearse como mujer porque, como lo afirman las teorías queer, todos actuamos nuestro género.
Por todo esto, decir que la TraBestia es solo una fiesta no es justo. Decir que hay que venir a bailar, tampoco. No vengan a sacudir las caderas. No vengan a sacudir pelucas. Vengan a la TraBestia a sacudir las ideas.