Estoy en una cocina amplia iluminada con luz natural. Hay sifones coloridos en un estante ubicado casi al ras del techo. La losa del piso es linda, parece española. Imagino que debemos estar en España o en México. En este ambiente cálido, hogareño, yo soy un hombre y ella me la está chupando.
Mientras observo intrigada mi cuerpo masculino, experimento la inédita sensación de tenerla grande y dejármela lamer por una latina que me mira como ninguna mujer me miró jamás. ¡Cómo le gusta! Qué impresión.
Afuera de la cocina, desde una oficina, cuatro hombres me prestan atención. Se deben preguntar qué se siente para una chica ser un tipo y vivir la experiencia esta de la cocina. Me esfuerzo por ser lo más reservada posible pero no voy a poder evitar hacer el extraño combo de gestos que aparecen en la cara de una cuando el ridículo y el morbo comienzan una batalla. El afuera desde el que ellos me miran es una oficina, es la realidad real. Con mis anteojos especiales yo estoy sumergida en mi primera experiencia porno de realidad virtual: “lo más inmersivo que alguna vez ofreció la tecnología”, me advirtieron. Y es cierto.
Mientras ella chupa y chupa yo empiezo a entender por qué algunos aseguran que la resurrección del porno argento está comenzando a darse en esta sala de reuniones a pocos metros del Hipódromo de San Isidro. Que en una zona tan cheta se esté produciendo XXX hubiese sido algo impensado hace unas décadas, cuando ese mundo no era un mundo, sino un submundo ocasionalmente emplazado en algún barrio porteño periférico, una quinta de zona oeste o un bungalow adentrado en los pastizales de Tigre. Por entonces, los papás del porno argento se movían en los márgenes. Hoy, los salvavidas de la ¿industria? local, vapuleada por las globalizadísimas filmaciones caseras, están totalmente dentro del sistema. No son parte del viejo ¿starsystem? No parecen la clase de gente que se va al Anchorena de festichola. Ni siquiera parecen sexópatas. Se trata de creativos de la agencia Collateral, orientada a la realidad virtual, que están dispuestos a cantar pri en el formato que se propone rescatar al género de las garras del ya agotado amateurismo (sí, ya nos agotamos también de esto) para facilitar la adopción masiva de una práctica relacionada al nuevo paradigma del porno, el sensitivo.
El contenido pornográfico está encontrando su freno en aquello que supo alimentarlo: la proliferación indiscriminada de actos sexuales filmados con el celu. Al parecer, ya todos nos empachamos de eso. El post amateurismo exige un viaje a niveles más retorcidos que requieren y celebran la interacción. Por eso, quienes consumen porno en serio se están mudando a experiencias como las que ofrece Snapchat, con parejas deciden revolcarse “a la carta” y transmitirlo en vivo, con personas que se muestran por amor al arte, con contenidos explícitos personalizados y con altos grados de sorpresa. Como tantos otros contenidos audiovisuales, el porno viene viendo sus límites en las dimensiones que maneja en la actualidad, pero a diferencia de otros, el grado de inversión y su alta rentabilidad le permiten experimentar con innovaciones que ni los videojuegos se permitirían. En este contexto, el formato de la realidad virtual promete algo impagable: la posibilidad de volver a convertir la producción y distribución de contenidos XXX en una industria profesional, sin la intervención de usuarios exhibicionistas molestos y con un valor agregado enorme.
Al parecer, la humanidad ya tuvo suficiente de mirar: y es por eso que la obscenidad está mutando hacia el sentir. Buscadores de tendencias, tomen nota: “sentir” será la palabra clave en los próximos años en lo que a tecnología y contenidos se refiere. Y tiene sentido. En el 2003, el mundo comenzó a darle la bienvenida a la generación Z2, la generación “touch”, niños que crecieron haciendo dibujitos y experimentando el mundo a través de los IPad y Smartphones de sus padres. Esa postal que a todos nos enternece, de bebés acariciando una revista para agrandar el tamaño de las fotos, es algo que a los cerebritos tecnológicos los desvela. En poco tiempo esos chicos se aproximarán al mundo de un modo mucho más relacionado a lo sensitivo de lo que podemos imaginar y solo mirar porno para ellos, probablemente no será lo suficiente. La apuesta se redobla ¿O acaso en la era de PornoTube alguien se acuerda cómo era calentarse mirando una foto?
El primer paso para comenzar la mudanza hacia el paradigma sensitivo será acercarnos a todos la posibilidad de “entrar” a la web en serio, como si de espacios físicos se tratara. Y esto no sucederá únicamente en el porno. Pronto “entrar” a Facebook será entrar en serio, ponerse anteojos, y caminar por un espacio repleto de avatares que representarán a nuestros amigos con quienes podremos hablar (o cualquier cosa) cara a cara, en algún living o playa virtual, tal como yo hacía con la morocha en la cocina mexicana. De hecho, la primera red de encuentros virtuales VTime, lanzada el pasado 17 de enero, ya habilita a cualquiera que tenga anteojos y un smartphone a entrar a esta realidad virtual y “encarnar” simbólicamente (vaya paradoja) una suerte de second life. Todo este proceso de vivir “posta” la irrealidad está activado: solo hace falta que la gente acceda a la tecnología. Eso, hoy, es pan comido.
No es difícil conseguir los anteojos inmersivos: en su afán por popularizarlos Google lanzó hace pocos meses el Google CardBoard, una cajita ¡de cartón! con lentes especiales cuya forma permite insertar el teléfono de fondo, para usar la pantalla a través del visor. La tecnología no podría estar más disponible: las instrucciones para su armado casero están en el mismo google. De todas formas, con un precio mayorista de un dólar por pieza, no son pocos los que pronostican que pronto los anteojos serán “la nueva birome”: el souvenir que nos darán en cualquier evento para llevar a casa y darle múltiples usos. En nuestro Mercado Libre los anteojitos se consiguen a 200 pesos. Pero olvídense de los videojuegos: la experiencia que todos querrán vivir será la sexual. En la web, los deseos son órdenes. Y acá en San Isidro, están haciendo su parte para cumplirlos.
Por estos días Collateral se encuentra en “negociaciones” con pornostars locales para definir quien será la protagonista de la primera experiencia virtual producida en el país: la primera diva de porno virtual argento. Escribir el guión de este revolcón no fue nada fácil. Ya no se trata de pensar lineal en la clásica progresión porno, ahora hay que pensar en posibilidades. ¿Qué querrá hacer el usuario? ¿Qué podrá sorprenderlo? En principio, los guionistas están descubriendo cuestiones como el poder del sonido “paneado”. Se cree que la sensación de que la morocha se pare y susurre una terrible obscenidad al oído hoy podría tener implicancias tan fuertes como las que tuvo el “plano quirúrgico” en los ‘70 cuando se popularizó el “zoom” atroz. Por no hablar de las posibilidades sensitivas que comienza a descollar la incorporación de…sí, juguetes interactivos para sentir lo que realmente nos quieren hacer sentir los personajes que nos cruzamos en la realidad virtual. Por ejemplo, si yo fuera en verdad un hombre, ahora bien podría usar un juguete que envuelva lo que tengo entre las piernas y me emule la lengua de esta morocha fogosa. Los devices (¡aparatitos!) que unen virtualidad con realidad ya están casi listos.
Klic-Klic es el primer gadget sexual 3.0 destinado a cosas como esta. Fue diseñado en España, para todo tipo de parejas, indistintamente de su orientación sexual. Se trata de dos artefactos: un juguete físico para hombres y otro para mujeres, a fin de que ambos se puedan conectar con el suyo a Internet, y ser “tocados” por la pareja a distancia. Lo más importante es que la vibración permite una conectividad bidireccional simultánea y en tiempo real. Así, uno siente diferente según dónde y cómo esté tocando el otro. En el caso de no tener pareja, o de buscar nuevas experiencias, la herramienta está vinculada a una web propia que permite conectar el juguete para ser controlado a través de videochats, o programarlo para que vibre al compás de algunos de los vídeos eróticos que pone a disposición la compañía, de modo que la presión, la vibración y cualquier cosa que suceda sorprenda como lo haría un amante. O mejor aún: porque cuando la carrera de “lo más parecido a la piel”, los tamaños, la fricción, los modos de vibración, texturas y demás arranque, es muy probable que las sensaciones físicas programadas superen lo que las personas reales pueden hace sentir. Después de todo, ¿Quién llega a velocidades robóticas con su lengua? ¿Qué mujer es capaz de ejercicios Kegel que hagan presiones rítmicas constantes? ¿Acaso algún órgano masculino podría vibrar a toda velocidad?
Cuando finalmente se concrete el diseño de los trajes de cuerpo entero, repletos de terminaciones eléctricas y dispositivos estimuladores y se logre sincronizarlos a la experiencia de la realidad virtual, hasta se podrá hablar de una “segunda revolución sexual” con implicancias en las relaciones reales entre hombres y mujeres. “Vamos a perder a los adolescentes para siempre”, bromea alguien en la sala. Nadie sabe si es tan gracioso que la posibilidad de que semejante sobreestímulo físico haga de la experiencia sexual algo decepcionante en el futuro. “Cuando crecés con la idea del porno, el sexo real te decepciona de cualquier manera”, me consuelan. Pero no me convencen. Sospecho que una cosa es decepcionarse con una idea y otra muy distinta es decepcionarse de una sensación. De una sensación que fue, desde siempre, la más esperada en la vida adolescente. Darse cuenta de que un ser humano real no alcanza a brindarnos la paleta de estímulos que ofrece un traje sexual inteligente conectado a una experiencia virtual, bien podría ser el primer gran desencantamiento con el que tengan que enfrentarse los adolescentes de dentro de unos años. Si es que a alguien le interesa el sexo real dentro de unos años. Mientras vamos hacia esos enigmas, el porno argento se reinventa y pide pista en la escena internacional. Le deseamos suerte.
Esta nota fue publicada el 19 de febrero de 2016 en http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/139598459250/sentime-man