Esto me pasó hace algunos días cuando estrenamos Oh La Murz edición Amsterdam (Primera vez!) en la boite de Penny Nail sobre la Avenida Santa Fé…

Estar semidesnuda frente a una vidriera es extraño. Estar semidesnuda frente a una vidriera, colgada cabeza abajo en un caño, es un poco más extraño. Pero estar semidesnuda, frente a una vidriera, colgada cabeza abajo en un caño y  escuchando que el público se ríe a carcajadas es directamente desconcertante….

Es difícil pensar cuando estás colgando. Lo primero que se me vino a la mente fue que tal vez la barra libre de Campari había hecho su magia sobre los que miraban. Lo segundo fue que bueno, tal vez efectivamente se estaban riendo de mi. La verdad es que yo estoy conociendo mi propio show, estoy abierta a que haya reacciones de todo tipo porque esta no es, en absoluto, una apuesta convencional. Cuando aterricé me di cuenta que ninguna de las dos suposiciones era correcta. Sucedía una tercera cosa y era mejor: estaba pasando exactamente lo que queríamos que pasara.

Mientras yo colgaba ahí arriba, los que estaban adentro del local, mirando en mi misma dirección (hacia la calle) comenzaron a percibir la reacción de los que estaban fuera. Entonces, mientras yo me preocupaba por mantenerme arriba, ellos empezaban a ver como los transeúntes distraídos descubrían, de pronto, que en ese local una mujer bailaba casi desnuda, una danza exótica sobre zapatos de 15 centímetros.  En pocos minutos los taxistas y colectiveros estaban frenando, bajando la ventanilla e improvisando paradas justo debajo de mi coreo y el neón. Mientras tanto, un señor mayor se infiltraba en la fiesta y salia shockeado por haber subido buscando un cabaret. Tuvo que retirarse habiendo encontrado en cambio, paredes repletas de esmaltes de colores y un catering repleto de mielcitas y cupcakes. ¿Cómo no reírse?

Todo eso, que ocurrió a los pocos minutos de comenzado el show dejó en claro algo que me haría muy feliz: Oh L´Murz había pasado de ser un mini show, a ser una invitación. Los que estaban de mi lado podían sumarse a la provocación, entenderla y divertirse.  No era narcicismo, era un gran chiste. Yo dejé ser una bailarina y ellos dejaron de ser un público, ahora eramos todos cómplices.

Eso, exactamente eso, era Oh La Murz edición Amsterdam y eso es Oh La Murz en general: ganas de divertirse, de hacer lo que siempre te dicen que no hagas, la concreción del «que pasa si…», la respuesta afirmativa a la pregunta «vas a salir vestida así?». Suena simple pero es impresionante la cantidad de gente a la que le cuesta entenderlo y que ve en todo este proyecto fantasías sórdidas que incluyen algún supuesto deseo inconsciente de prostitución y exhibición impúdica. Lo sé bien, lo veo cuando a los días siguientes me llega alguna propuesta extraña o alguien cercano me revela algún secreto sexual esperando comprensión  (las cosas que pasan después de Oh L´Murz son increíbles). Pero mi realidad es tanto más simple. Es estar con amigas en ese mismo local, asomarte a la calle, decir «me voy a poner a bailar» y que ellas te digan «ay si si  ¡hacelo!». Y que te redoblen la apuesta, te traigan un caño, que juntas digamos «esto es re Amsterdam» y listo, tengamos un show, o la versión de un show.

Así que cuando finalmente mi cuerpo terminó el descenso y mi cabeza llegó al piso me alegró que todos se estuvieran riendo. El chiste había sido recibido, el sentido había sido concretado, el mensaje decodificado. Cuando finalmente llegué al piso entendí que estaba siendo entendida. No, no me pasa todos los días. Chin Chin

❤ Gracias especiales por esa noche a Armatura (Vestuario), Sexy Girls Up (caño itinerante!) y Penny Nail (nail art) ❤

Algunas postales de la noche