A 35 kilómetros de la capital holandesa, Haarlem tiene un ritmo más familiar pero no menos hermoso. Estas son las razones por las que la terminás adorando.
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A menos de media hora de Amsterdam, Haarlem, la hermana “tranqui” de la capital holandesa, es un plan perfecto si buscás conectarte con el espíritu local sin tener que lidiar con el aluvión turístico de la primera. Si, puede que Haarlem sea algo así como parte de las ciudades que entran en el mapa de “Europa para especialistas”, esos spots que empezás a apreciar una vez que lográs superar la obsesión por fotografiarte en todas las postales clásicas del viejo continente. Pero lo cierto es que, sea o no tu primera vez en Holanda, hay razones interesantes por las que vale la pena marcar este destino en tu mapa.
Es muy pero muy holanda. Haarlem es la clase de ciudad en la que te parece que estás inserta en una obra de teatro en la que los actores ¡hacen de holandeses! Por estos lados, la gente es super familiera (tienen una de las tasas de natalidad más alta del continente) así que la postal de hombres y mujeres transportando en canastos a nenitos con flores en sus cabellos y pastelitos en sus manos, seguramente te va a hacer sentir dentro de un publicidad. La noción de una vida feliz, sin conflicto, sin ruido ni contaminación, llega a parecer una parodia en estas calles, particularmente en Proveniershuis, el barrio más antiguo, que data del siglo XVII y toda la zona que se encuentra alrededor de su catedral, construida en el XVI, en Grote Kerk. Aunque todo parezca una maqueta, no lo es, los holandeses son auténticamente tranquilos, alegres y un poco naif.
Su comida healthy está a otro nivel. La educación de los holandeses respecto a su alimentación los hace super exigentes respecto a todo lo que comen. No es una exageración decir que prácticamente no vas a encontrar nada que no sea bio, es decir, orgánico, por estos lados. La vedette de esta ciudad son las yogurterías, tiendas en las que, tanto el yogurt como el kaffir (un tipo de yogurt más fermentado), se hace con leche de “vacas felices”. Las mismas cadenas son las encargadas de asegurarse producciones libres de maltrato animal, y provisiones de frutas y cereales de granjas cercanas. Loei Lekkeri es el bar-lechería hit de Haarlem que ofrece también preparaciones calentitas.
Su mercadito es un gran plan. Cada sábado únicamente, en el Grote Markt, el corazón de la ciudad, se arma un mercadito inolvidable. Inolvidable por la venta de quesos artesanales de productores regionales, mermeladas, pastelería, bollería, frutas y flores, cientos de flores. El plan perfecto es llegar en bici, llenar la canasta de productos regionales y partir hacia algunos de los cientos de espacios verdes que tiene la ciudad para montar un picnic. Bien vale la pena quedarse cerca e ir y venir decenas de veces en el día porque sí ¡vas a querer probar todo!
Propone un un circuito de shopping dorado. Aunque a simple vista no lo parezca en lo más mínimo, los holandeses consideran que esta es una ciudad de shopping. Olvidate, eso si, de las grandes cadenas europeas, este es otro tipo de oferta. Hay muchas firmas locales independientes, tienda conceptuales, anticuarios y hasta papelerías. Se trata más bien, de un circuito de shopping con magia. De hecho, a este epicentro comercial los locales lo denominan “de Gouden Straatjes”, “las callecitas doradas”. Todo te va a parecer bellísimo y tranquilo. Eso sí, no se te ocurra entrar en auto, aunque está permitido, los holandeses lo ven casi como una agresión a su rutina de bicis y caminatas. Te van a lanzar miradas muy poco amigables. Y una cosa más: en toda la ciudad, el parking vale cinco euros ¡por hora!
Podés ir en bici ¡a la playa! No claro, Holanda no es el lugar en que uno piensa en ir a la playa. Sin embargo, vale la pena mirar a los holandeses disfrutar de su tierra ganada al mar y su particular cultura veraniega – nudista y relajada. En la ciudad cercana de Zandvoort, que queda a tan sólo quince minutos, la paz y el sentido estético de los Países Bajos se puede disfrutar con una escenografía más insólita y eso convierte la escapada en una excursión de verano perfecta. De hecho, este beneficio de poder escaparse a darse un chapuzón hace que muchos turistas prefieran Haarlem por sobre Amsterdam.
Detrás de la fachada, tiene un mundo complejo. Si te estás preguntando si el nombre de esta ciudad tiene algo que ver con el barrio neoyorkino, la respuesta es “si”: los primeros habitantes europeos de la que se convertiría en Gran Manzana provinieron de estos lados y fundaron lo que en ese momento se llamó “New Haarlem”, una zona rural parecida a esta, del otro lado del Atlánico. Ahora bien, con el tiempo, los ingleses se apoderaron de esa colonia y le cambiaron la denominación y fisonomía. Así de pacífica como la ves, los habitantes de esta ciudad tienen una fuerte personalidad conquistadora y también resistente. De hecho, uno de los puntos más fuertes de Haarlem es la casa de Corrie ten Boom, una de las primeras relojeras de la ciudad que usó su taller para construir en su casa un escondite especial para refugiar a perseguidos por el ejército alemán. La historia de Corrie es heroica y terrible: después de salvar a más de 800 personas, fue capturada junto a su familia que murió en cautiverio. Ella sobrevivió y siguió trabajando para quienes necesitaban recuperarse de la guerra. Hoy podés visitar su casa, que se encuentra intacta y claro, sigue abierta.