“Esta está en el Book del Sheraton” era una revelación que se escuchaba mucho a finales de los ochenta y principios de los noventa. Por entonces, una leyenda urbana aseguraba que si uno le daba una buena propina al botones del hotel, este entregaba una lista de escorts VIP, actrices y modelos que trabajaban únicamente con turistas y excepcionalmente con algún empresario local. La existencia del catálogo era una especie de “secreto a voces”.